TÚ, SIMPLEMENTE OBEDECE

El final de la historia es conocido. Algunos episodios, cómo este, no tanto. La Ciudad de México está próxima a caer. Ocurre lo de siempre en estas circunstancias, ejemplos de enorme nobleza y la más vergonzosa degradación. Ambas, casi siempre en el mismo lugar, momento, circunstancia y entre las mismas personas.
Casi por casualidad, las líneas enemigas se encuentran en posición vulnerable. Abren una ligera brecha en su formación. Un joven general, lo nota al instante. Sabiendo que la suerte no llama dos veces, carga al momento con sus hombres en solitario contra el enemigo.
De inmediato los invasores se descomponen y retroceden. Gran oportunidad para inclinar la balanza en favor de la patria. Jamás sabremos con exactitud lo que ocurría en la mente de Santa Anna. Aunque es bien conocido que “Su Alteza Serenísima”, se consideraba a sí mismo, la medida de todas las cosas. Observa la escena con esa mezcla tan suya de enojo, suspicacia violenta, e inseguridad ensimismada y paranoide.
La orden había sido clara: Él, y sólo él habría de iniciar el ataque. En ese complejo propio de los insuficientes, que se creen eje alrededor del cual gira el mundo. El sorpresivo movimiento, pronto pierde vigor ante tropas mejor equipadas y entrenadas. Los invasores inician contraataque. El arrojado general se encuentra acorralado.
Los demás generales miran a la distancia, aterrados y confundidos. Aún hay tiempo para actuar. – Si cargamos juntos, podemos vencer-.
-No-. Es la tajante respuesta. Ninguna desobediencia será tolerada, incluso a costa de la victoria, incluso a costa de la patria. El bravo joven pierde el combate, a sus hombres y es despojado del rango. Esa y todas las demás batallas devienen irremediables, consecutivas, absolutas y bochornosas derrotas.
Poco después, barras y estrellas ondean frente a Palacio Nacional. México es obligado a pagar los costes de guerra, la nación es mutilada. Pero nada de eso importaba. Don Antonio, había dejado claro su punto: Nada hay por encima de su soberana y caprichosa voluntad imperial.
Shayd Santillán.