“YO NO CUENTO EL DINERO”
Respondo eso cuando me es entregada cualquier cantidad de metálico para de inmediato serme dicho, “cuéntalo, no vaya a ser”. Es verdad, no lo cuento por asepsia mental, razón poco comprendida hoy. Para mí, hacerlo es una profunda deformación mental consistente en asumir mi interlocutor pretende engañarme, sorprenderme o aprovecharse de la confianza otorgada. Admito que así me ha ido, porque a veces me ha tocado cubrir faltantes; resultado, no vuelvo a tener intercambios monetarios con los involucrados…, simple. Ocurre algo parecido con el acuse de recibido, que para quienes trabajamos en el servicio público es el santo grial de una filosofía por completo obsoleta y perjudicial: “No se trata de resolver, sino administrar culpas”. Es decir, si el presupuesto no fue liberado es irrelevante, lo que importa y mucho es encontrar al responsable. Entonces son recorridas instancia por instancia, verificando acuses que validen el correcto tránsito de cada trámite, y en su caso la omisión o comisión en la oficina correspondiente. Una vez localizado el culpable, de todas formas no pasa cosa alguna, el presupuesto es liberado con retraso, pero ejercido con puntualidad.
Esta forma inexplicable de conducirse para nadie que no trabaje en el servicio público, genera toda una personalidad burocrática individual y colectiva de inacción, parálisis en todo sentido, donde ningún elemento del organigrama, realiza iniciativa alguna, ni siquiera las que implican el más elemental sentido común, hasta recibir una indicación directa por escrito. La primera lección por aprender es exculpase uno mismo, la segunda es culpar al de al lado.
Lo siento, simplemente no puedo seguir esa lógica sin sentido y de nuevo, así me ha ido, pues la cosa siempre se pone así.
¿Quién resolvió esto? Él. ¿Y quién lo indicó?
¿Quién realizó esto? Ya saben.
¿Quién respondió? El de siempre.
Lo anterior como historia vital en un medio ambiente donde quienes se encuentran a cargo manifiestan una necesidad permanente de ratificación periódica de su estatus, por encima de la obtención de resultados, que es justo la directriz que ha normado siempre mi existencia, resultados. a descargo de que esa danza, la del pensamiento burocrático e inmovilidad, por conocida y ejecutada, de cualquier forma me salga muy bien.
Ocurre pues, quien coordina deja de dar indicaciones, esperando en su ausencia de tomen decisiones ante casos fuera de lo común, para luego afirmar la solución es equivocada. Pero ya se sabe bien que la responsabilidad es sí y sólo sí de quien coordina, sin importar los empeños que pone en exacto repartir juicio y culpas, como parte de una puesta en escena diseñada de antemano para aparentar ser lo que no es, eficiente y eficaz…, con el objetivo de seguirse quedando donde ya tomó la medida y ha sacado provecho.
Esta vez no.
Shayd Santillán.