VIOLENCIA

 VIOLENCIA

Es un ciclo o en realidad parte de uno que inicia con aceptación resignada y ausencia de esperanza, difundiendo ese mismo desaliento, contaminando con este cada resquicio de nuestra vida en comunidad. Una enfermedad propia e personas rendidas, dóciles, sometidas a una respuesta predecible equivocada ante el conflicto. Ser, cometer, tolerar actos de violencia, no es sino manifestación externa de condiciones internas. El conflicto es natural e indispensable para el desarrollo humano, enseñando y transformándonos, no existen conflictos buenos y malos, sino abordajes erróneos o adecuados. Del mismo modo ocurren tipos de paz inadecuadas, la Pax Romana aunque lo era, estaba sustentada en amenaza omnipresente…, que es herramienta de los minúsculos. Aquí una gran lección, el uso más extendido de la violencia es justo intimidación, bravata de usar de violencia, irónico. Por eso el concepto de “Destrucción Mutua Asegurada” en la Guerra Fría resultaba tan terrible. No ocurrió, pero condenó a miles de millones a vivir y convivir con miedo. Los efectos siguen presentes hoy, lo estarán por generaciones. Violencia hay directa, estructural y cultural, pero todas son una, si no se resuelve el ciclo, terminará perpetuándose de forma indefinida. Error es pensar unidos violencia y poder, no es así, aunque a veces se les conjuga para mal. Porque cuando hay una ausencia total de poder, se transita en indefensión. Ostentando poco, podemos sufrir abuso. Teniendo mucho, nosotros mismos podemos convertirnos en los balandrones. Es una asunto de ida y vuelta, lección, empoderarnos de forma que existamos en balance; co poder para vivir en equilibrio. Poder nada tiene que ver con violencia, todo radica en la forma de su utilización, porque también puede ser instrumento de servicio a otros. Violentos somos o podemos ser todos, a voluntad y aprendizaje, al igual que casi cada asunto, la violencia se enseña y asimila desde el entorno inmediato, trascendiéndolo todo. Resolverla requiere restaurar, sanar personas, contexto; hacerlo juntos, en comunidad, acompañando duelos de cuanto se ha perdido a consecuencia de convivencias violentas. Co crear espacios seguros, manejables en lo emocional, donde conectar con otros sea meta y camino. Comprender también algo para lo cual no hemos sido educados, cuidar primero pasa por cuidarnos. Procurar a otros a costa nuestra es chantaje, antesala de frustración, sacrificio, ira. Ello pudre hasta el núcleo; mejor conectar entre nosotros en términos de equidad, restaurar cuanto esté roto, reconstruir. Si no es posible, al menos dejar claros límites inferiores deseables y alcanzables para garantizar al menos una convivencia mínima. Atentos, deben ser evidentes e intraspasables; acordar siempre que se pueda, y si no es posible, entonces exigir incluso de forma vigorosa. Respetar lo acordado en el entendido de que a veces ante escenarios hostiles, la confrontación entre el colectivo es la peor opción. Encontrándonos desunidos todos somos susceptibles de ser absorbidos por el entorno, estar separados es un lujo de necios. Paz tiene mucho que ver con encontrarle sentido a la vida, comprender nuestra propia capacidad y potencia, en comprensión sencilla, pero contundente de ser parte actuante y libre en un proceso inacabado; siempre presente, susceptible de desarrollo, justo con obligación moral de no abandonar, ni abandonarse. Conservación, preservación, extensión de paz, erradicación de la violencia es ineludible responsabilidad de todos.

Shayd Santillán.

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