RESPETA MI ORGANIZACIÓN
Decía con solemnidad y garbo, “demando respeto a la forma en que he organizado todo, yo decido”. Al tiempo que en los hechos nunca estaba presente en la labor, mediante lo que nombraba con suficiencia “saber delegar”. Experiencia en explicaciones y no resultados; pero si de culpar a otros se trataba, llevaba palmas. Tenía un rato ya haciendo agua en su frágil navío de fragmentado ego, a consecuencia de sus propias contradicciones internas y afán de mostrarse en conocimiento y dominios de todos, todo a satisfacción que le facultaban, al menos en su imaginación, hasta para dar consejería. A lo anterior se sumaba una crónica incapacidad para hacer equipo, contribuir, dar…, pues según su perspectiva sólo había una opinión, la suya, un valor, el suyo y una razón…, sobra decir cual…, además de no desear a su lado amigos, aliados o iguales, sino súbditos; posición para la cuál de forma sorpresiva siempre existieron candidatos. Ocurrió pues, cuando sus inconsistencias se volvieron evidentes e insostenibles, en lugar de dar un golpe de timón, modificando todo cuanto le había arruinado…, reafirmó las mismas posturas que le tenían postrad@, exhibiéndole y sacándole de centro.
Y ni siquiera lo notaba.
Aún se escucharía algo sobre este ejemplar en el futuro, muchos pensarían iba en ascenso…, unos cuantos apenas conocían la verdad, era lo absoluto contrario, le habían puesto en su lugar y luego le pondrían de nuevo, y una y otra vez hasta llegar a donde había empezado…, porque ahora se encontraba en un sitio donde era imposible seguir con su hábito de disimular sus yerros acusando fallas ajenas. Todo lo vivido era sustitución de lo que en realidad pretendía, aunque al parecer continuaba disfrutando al vender la idea de que era invencible, imbatible, infalible. El momento había pasado, la oportunidad partido. A cambio permanencia, poco más, banca de primera.
Sólo alguien más que casi, pero no.
Larga la lista.
Shayd Santillán.