NECESITAMOS LÍDERES DE A DE VERAS

El péndulo se mudó del acartonamiento solemne y sapiente soberbia, a la naturalidad silvestre, ineducada. Ignorancia orgullosa de su propia incultura.
Transitamos de la precisión calculada de colores y textiles en vestimenta. De Miradas, sonrisas, gestos y palabras de diseñador, al desarreglo descuidado confundido con autenticidad. Pobreza de ideas definida como austeridad. Grosería agresiva e intolerante disfrazada de honestidad.
Y en medio, todos nosotros que no somos ni una cosa ni la otra.
Necesitamos líderes de a de veras. No aquellos que se ocultan detrás de un reloj caro, pero tampoco de los que pretenden engañarnos usando a propósito fuistesss y tuvistesss. Líderes que cometiendo un error, lo acepten sin disfrazarlo de variables macroeconómicas. Pero tampoco de los que equivocándose ante la vista de todos, insistan en su necia y falsa infalibilidad, o peor. Traten de culpar a otros de sus propios fracasos.
Líderes de a de veras, provenientes de las oficinas, almacenes, comercios e industrias. Por supuesto, por supuesto, de los salones de clase. Personas que comprendan lo que significa no llegar a fin de quincena, o llegar apenas. Guardar los últimos doscientos pesos para el pasaje del resto de la semana. Aguantarse la sed, porque el camión no hace escalas.
Los que saben que a veces se llevan 100 pesos en el bolsillo, por si toca asalto. Nos hacen falta los que conocen lo que es el coche descompuesto, las refacciones reconstruidas y a cambio. Comprar un gallito en la vulcanizadora porque no se tienen los mil pesos que cuesta la llanta nueva. Estar en fila a las tres de la mañana esperando oxígeno para un familiar, pagarlo con lo recolectado entre toda la familia.
Personas que entiendan qué se siente ver que el huevo estaba a veintiocho y ahora está a treinta y seis.
Líderes que conozcan la vida real, no la de quien despacha desde un palacio.
Necesitamos dirigentes reales, humanos en su imperfección, pero también evolución. Hoy no necesitamos ficciones ni héroes, caudillos ni iluminados, que al final resultan ser falsos. Requerimos la clase de dirigentes que una vez errando, se disculpen, aprendan, modifiquen respuestas y acciones. Que se acepten, asuman y admitan falibles, y por tanto perfectibles.
De nada nos sirven inmóviles personajes monolíticos, bustos petrificados, enmohecidos de quienes se plantan frente a un mundo incierto que ni admiten ni comprenden, como defensores de tiempos pretéritos. Caducos representantes de momentos superados que no volverán. Requerimos individuos fluidos, que crecen, se desarrollan y hacen extensivo ese desarrollo a sus hermanas y hermanos, vecinos, compatriotas.
Urgen aquellos que una vez descubierta su fuerza interna, la compartan a todos, sin distinción de partidarios o contrarios. Porque en esto todos somos iguales, enriquecidos en nuestras diferencias, hermanados en lo significativo: La búsqueda de paz, felicidad y trascendencia de nosotros mismos y aquellos a quienes amamos.
Es momento de liderarnos a nosotros mismos, de asumir la responsabilidad del momento histórico que nos ha tocado vivir. Levantar el rostro, ser portadores de esperanza, valor y valer. Dejar de lado la búsqueda de guías en otros foros, y apropiarse del liderazgo que habita al interior de cada uno.
Shayd Santillán