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LA FICCIÓN DE LA EDUCACIÓN CÓMODA.
Ganar peso es fácil, basta con ingerir cuanto el cuerpo pida, en las cantidades que nos plazcan y horarios fijados a capricho. Permanecer pasivo, holgar, conservar energía.
Nuestro cuerpo en reposo ahorrará energía para épocas difíciles. En lo relativo a economizar, es la envidia de cualquier gerente de finanzas.
Perder peso es difícil. Implica constancia de por vida, disciplina y fuerza de voluntad. No todos tenemos el suficiente autogobierno para comer ensalada y apio en lugar de unos buenos tacos de carnitas, con harta salsa de la que pica.
Mantenernos en la ignorancia, el pensamiento mágico e irreflexivo es asequible. Basta con asumir cuanto vemos y escuchamos como cierto, darle categoría de verdad absoluta y añadir una pizca de emociones no reguladas. Ayuda mucho tomar aquello que no conocemos o no entendemos como inexistente o falso. Y a quien lo afirme, tacharlo de mentiroso, faccioso y engreído petulante.
Un campechano -a mí nadie me mueve-.
Dejemos fluir con frenesí algo de enojo, por mencionar un sentimiento cualquiera. La combinación de cólera e ignorancia es la favorita de demagogos y dictadores. Pero sirven igual tristeza, decepción, y en general cualquier emoción intensa e instintiva, mejor si es espontánea. La barbarie siempre ha sido una mina de oro para manipuladores y charlatanes.
Cultivarse es trabajoso. Exige leer con persistencia; luego no creer nada de lo leído. Dudar todo, comparar, reconocer lo exacto opuesto de lo que conocemos y aceptamos, depreciar nuestras preferencias a cambio de ampliar horizontes; preguntar, reflexionar.
Indispensable ejercitar la mente como un maratonista adiestra su cuerpo. Tener un cuerpo no nos convierte en atletas. La maratón no es para todos, ilustrarse tampoco. Es para los valientes, los osados. Aquellos que no temen dedicar años a aprender algo, para al fin comprender que es falsable. Instruirse es para quienes no temen ser deconstruidos, perfeccionados a perpetuidad.
Arduo estar sentado sobre sí mismo ocho, diez horas al día, cada día. Destrozar nalgas y espalda, acalambrar piernas. Visitar lugares inverosímiles en busca de la comprensión sobre el objeto de estudio, ser absorbidos por él.
Así como el corredor llega exhausto a la meta, el estudiante investigador arriba cansado a su destino, se descubrirse más ignorante e indefenso que al principio y sigue frente a un sendero cada vez más desafiante que el anterior. Porque aquí nada más hay desconocimiento, el alarde de conocer es para rebuscados embaucadores.
Últimamente se discute la pertinencia de facilitar los procesos de aprendizaje.
No me lo compro.
Entiendo el punto de acercar la educación al mayor número posible de individuos, extender cobertura. Facilitarla es otra cosa; se corre el riesgo de abaratar el saber. Riesgoso adquirir conocimiento sin todo lo que viene en añadidura. Formarse conlleva esfuerzo. Si no fuera de esa forma, pasaría lo mismo que con todo lo que no nos origina aplicación: No genera valor.
Y poco vale tanto como saber.
Aprender no es fácil, ni debe serlo.
Shayd Santillán