HOMBRES NECIOS QUE…

 HOMBRES NECIOS QUE…

Prestaba atención a aquel con quien se mudara apenas unos días atrás, previa declaración y promesa de eterno amor.

Que era una decepción de mujer: independiente de finanzas, lectora ávida, sin la costumbre deseada y prudente de solicitar permisos y nada, nada, nada sumisa.

Imperdonable.

Era verdad, eso de la docilidad obediente nomás no se le daba; como tampoco la paciencia para escuchar sandeces.

Lo miró fijo a los ojos, contemplando todo cuánto aquel varón era. En forma breve le respondió que se fuera mucho a ese famoso rancho en Tabasco.

El receptor, sorprendido ante la inesperada y en efecto nada mansa reacción, adoptó la conocida pose de iracundo agraviado. Le recordó cuán poco vale una mujer sola. Le sugirió pensarlo bien, no fuera a arrepentirse de la decisión que estaba tomando.

Ella guardó silencio, lo miró. Suspiró tan hondo como pudo y le solicitó casi susurrando, que no se fuera.

Que no se fuera al rancho aquel; que de forma humilde le suplicaba que llegando ahí, a sus puertas, se detuviera, repusiera el aliento…, y siguiera de frente todavía un par de kilómetros.

Y que se quedara en ese justo sitio.

Le pareció la distancia más adecuada.

Shayd Santillán.

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