ESTUDIANTES MEXIQUENSES TRIUNFAN EN EL TORNEO INTERNACIONAL DE ROBÓTICA 2023
GOBERNARSE PARA GOBERNAR

Vivir mejor, tener, percibir, adquirir más, ascender lo social y laboral son anhelos legítimos, impulsos deseables positivos e indispensables al crecimiento, desarrollo personal y colectivo. Este espíritu emprendedor más el concepto de “búsqueda de la felicidad”, resultan de la mayor valía y utilidad. El deseo de prevalecer es quizás única y mayor virtud posible. Resultan tan poderosos, que por sí mismos explican la potencia y esplendor de algunas naciones, cuyas sociedades bullen con individuos regidos por ellos. Twain lo dice sin reparos: “Cuando las masas y la prensa y el mundo entero te pidan que te muevas, tu trabajo es plantarte como un árbol junto al río de la verdad y decirle al mundo entero: No, tú muévete”.
Así pues, dignas de aspiración y forma de vida, siempre que nuestro actuar con base en ese empeño se realice dentro del sello de decoro, honestidad, claridad, lealtad, y libres de voracidad. En caso contrario dejaremos de ser emprendedores para volvernos depredadores. Hace algún tiempo existió coincidencia de foro y tiempo con alguien cuya “Street Smart” (inteligencia de calle), le habría permitido acceder a cierta posición de representación media. Trabajo, preparación, persistencia y estudio, ya entonces le permitían disfrutar cierta encomienda directiva en su ámbito de trabajo, con ingresos también encima del promedio. Inteligente aunque de profundas contradicciones internas y desorganización rampante. Resolvía siempre pero de prisa y mal, a lo cual poco ayudaba un carácter autoritario e impositivo, típico de tiempos ya superados…, la vieja escuela del “aquí mando yo”. Aunados a una capacidad casi ilimitada para culpar a otros de sus propios errores. Ambas falaces, pues no mandaba ni siquiera sobre sus propias pulsiones, y nadie le creía las culpas que echaba.
Ostentaba primero velado, y luego evidente, el deseo de hacerse con todo metálico y obtenerlo como fuere. Jamás dejaba propinas, tomaba las sobras de la mesa para llevarlas a casa, acumulaba cualquier cantidad de objetos inservibles con fines difusos, nunca aportaba para actividades colectivas. Hasta ahí todo dentro del rango de la normalidad, miserable pero normal, porque también hay acumuladores y avaros honestos, infelices pero honrados. Lo deleznable daba inicio cuando esos detalles escalaban, incurriendo en prácticas poco ortodoxas, para decirlo con gentileza, a vista de quien tuviera ojos. Pronto devenidas al público dominio y conocimiento, innecesario mencionarles…, baste decir que el trabajo de una vida terminaría empañado ante su incapacidad para contenerse, generando además la duda razonable de durante cuánto tiempo y en cuántos sitios les habría llevado a cabo.
Contención, prudencia, mesura, honestidad, circunspección forman parte de un sendero recorrido en forma individual, solitaria y aun ritmo determinado sólo por el caminante. Sin embargo una vez instalado bajo esa ruta, es casi imposible desviarse, a consecuencia de algo ganado en el trayecto: conciencia. Al desarrollarla adquirimos perspectiva de absolutamente todo, un panorama detallado, puntual y bien definido de las cosas, pero sobre todo el valor genuino de objetos, tiempos, circunstancias, lugares, personas y hasta nosotros mismos. Nada ni nadie nos marea porque ya no tenemos nada por demostrar. Estamos enfocados en la misión que venimos a desempeñar en esta existencia, al fin comprendemos los significados de este tránsito breve y emocionante. Es justo en ese punto que se está preparado para dirigir, pues ya se ha conquistado el principal gobierno, que es siempre el auto gobierno. Indispensable esa responsabilidad, la de coordinar, sea puesta sobre hombros de aquellos a quienes el metálico o cualquier otra tentación ya no les diga, ni represente cosa alguna. No porque en el caso del dinero, ya se tenga, sino porque no les define ni determina. Es este un asunto de lucidez, discernimiento, moralidad, escrúpulo, ética y sencillo sentido común…, que ya sabemos tampoco abunda.
No se tienen veinte millones en la cartera, pero en estricto sentido, ¿Para qué se necesitan? ¿Otra casa? Ya se tiene una y es imposible habitar más de una a la vez. ¿Otro auto? Misma lógica. ¿Viajar? Eso y lo anterior es posible con los propios recursos. ¿Tener influencia, prerrogativa, poder? Sólo alguien minúsculo necesita estar, para ser. Los verdaderos dirigentes en el sector público aspiran a poco más que una vida decorosa, en eso coinciden todos, honestidad sincera de lo sencillo, la “dorada medianía”. Uno de cada cosa y algunos pares de lo indispensable, sin caer tampoco en la falsa frugalidad. Más un hermoso hogar que una gran casa y eso sí, el mayor poder que puede existir, el de servir a otros. En la convicción inamovible de que todo exceso es de pésimo gusto y obsesión personal por cubrir carencias internas con exhibiciones externas. Dice la sabiduría de los abuelos: “¿Qué deseas más, comer bien o dormir en paz?”. A cada uno corresponde responder. Lo que sin duda es verdad, es que la potestad de dirigir a nuestros iguales debe estar a cargo de los más equilibrados, jamás de los astutos y ambiciosos.
Shayd Santillán.