CORTE DE CAJA

 CORTE DE CAJA

Le conocí hace cosa de veinte años, debo admitir, conforme se van cumpliendo los plazos encuentro cada vez más molesta esa clase de referencias temporales, pues a pesar de toda evidencia empírica, en mi condición personal me sigo mirando justo de veinte; sin dejar de reconocer cuanto se ha obtenido en el sendero, perdido y los a veces dolorosos aprendizajes siempre incompletos implicados en el trabajo de vivir. Por entonces ella era ya una figura hecha, consolidada en profesión y posición de autoridad con respecto a mí, que apenas daba inicio carrera. La miraba con ambigüedad juvenil, aprendiéndole mientras a un tiempo deseaba ocupar su sitio. Con los años desarrollamos un afecto sincero que nunca economicé, a pesar de vernos poco y siempre en el contexto laboral. Tomó sus decisiones, muy parecidas a las mías, privilegiando el trabajo por encima de otras variables, dejando de lado distractores diversos considerados importantes por la mayoría. Los cuales nunca se consideraron relevantes, en eso nos parecíamos. Hay que aceptar, se le notaba donde era debido, ritmo de vida y gasto.

Ya no está, todo terminó justo en el foro donde pasó toda existencia adulta, la chamba. Le aprecio y recuerdo mientras escribo, evocando nuestra broma personal cada que coincidíamos: “ya jubílese, que quiero regresar a esa zona”, para ser increpado de manera afectuosa: “primero te jubilas tú, Shayd”. Esta amistad no estuvo exenta de roces, en ese sentido le agradezco mucho, pues cuando me tuvo a tiro de piedra fue inclemente, y se lo reclamé alguna vez. Sobra mencionar, me puse de a pechito para ganar esa atención personalizada y ataque de artillería. Fiel a costumbres de años, recibí los golpes merecidos a pulso, siguiendo de frente sin que nuestro cariño mutuo se viera afectado ni un ápice. Hace poco lo hablamos, muchos años después, y como debe ser entre quienes se estiman, cerramos el tema con apenas un par de minutos de pegar la hebra mirándonos a los ojos.

No volvimos a conversar el tema.

Hago esto en memoria, y al mismo tiempo personal reflexión. Desde muy temprano supe qué, quién quería ser, hacer. Así pues, pronto diseñé una milimétrica hoja de ruta, cuya ejecución fue puntual y despiadada, dando resultados precisos en locación, si bien desfasados algunos años en temporalidad, lo cual me generó alguna suerte de inconforme molestia que a veces no logré gestionar. Me tardé, pero el resultado anhelado se dio. Sin embargo, en ese necesario recorrido de construir personalidad, ajustar dirección, solventar contratiempos y reafirmar posturas para la consecución de sueños, depuración de habilidades, fortalecimiento de capacidades y para ser muy claro, edificación del hombre que siempre creí ser, hubo ensayos y errores. Necedades, decisiones tomadas con pragmatismo absoluto, el mayor de los egoísmos y despótica indiferencia ensimismada, arrogante, para con las necesidades ajenas; todo bajo el razonamiento falaz de ser impostergables y de importancia capital los objetivos planteados, a descargo de las heridas ocasionadas a otros. Lo anterior condujo a sacrificios personales que hoy volvería a realizar sin pensarlo ni un segundo. Pero en relación a los llevados a cabo en quienes acompañaban el proceso, ya no estoy tan seguro, sin poder cambiar lo ocurrido. Añado sin ánimo de disculpa, la disciplina espartana profesional y dinámica imparable de perecer o prevalecer, nunca estuvieron sujetas a negociación, primero el trabajo.

Punto.

Familia, amigos, amores requiriendo tiempo, presencia y afecto, pasaron a último plano, o menos. Tampoco se trata de dramatizar, no cargo ese fardo, decidí cada curso a conciencia de los costos, nunca miré atrás, convencido de las metas por alcanzar. Eso no ha cambiado y no lo hará nunca, el último logro es el primer escalón del siguiente, detenerse no es opción. Ese individualismo recalcitrante, indispensable para despuntar siguiendo la naturaleza personal, atreviéndose a llevarla a sus últimas consecuencias, sigue intocado, en muchos sentidos más consolidado. Sin embargo, empiezo a ser capaz de reconocer mi poca disposición para moderarlo en beneficio de quienes me quieren y han querido…, y a últimas también lo opuesto, sí ansiar transformarlo. La descendencia siempre estuvo fuera de toda discusión, el argumento es: “todo termina aquí”, salvo por instantes de nostálgica vacilación, siempre considerada degradante en quienes apuntan al Sol. Amor, apenas convertido en intermitente intercambio gestionado a intervalos regulares. Utilitario gusto compartido a veces mudado en placer estético, libre casi siempre de vínculo y por tanto complicación. Por supuesto no exento de inconvenientes, lo mismo que el rubro anterior. Ambas, lecciones de vida no aprendidas, ni ganas de serlo, ocasionando su repetición hasta volverse insostenibles.

Habrá que vivir con ello, pero en definitiva no voy a estancarme, por consistencia personal, en esos puntos. Y esa es otra enseñanza, se es quién se es, entonces carece de lógica, prudencia, sentido y provecho disculparse por conducirse de tal o cual forma. Asumo los costos, pero sin dar lo que no puedo, ni deseo dar; en eso no es posible ceder y nunca he mentido al respecto. Firme hasta la necedad, esa certeza en trabajo y ambiciones acarrea saldos personales, consecuencias. Aunque estando más cerca de los cincuenta que de los treinta, dar golpes de timón es un sinsentido. No quiere decir no dejen de reconocerse fallos, por tanto, me encuentro próximo a cambiar algunas respuestas habituales, con la esperanza de obtener resultados diferentes. No implica modificar predisposiciones, que tampoco voy a engañarme fingiendo ser lo que no soy, basta con hacer lo que toca, cumplir lo debido, pero ya. Diversificarme mientras persisto en quien soy. No dejar que la vida pase, me he tardado en el entendido falso de que se debe tener todo listo para la tranquilidad posterior. Eventos recientes me indican el sosiego nunca va a suceder, apenas pueden generarse circunstancias para enfrentar de mejor manera desafíos inesperados.

Sé, y acepto en este momento, nunca tendré la fortuna de ir colina abajo. Mi vida será un permanente ascenso de dificultad creciente conforme vaya avanzando. Comprendo la única manera de llevarla tranquila es renunciar a los sueños, conformarse con mirar a los demás alcanzar los suyos. Entonces abundarán afectos, amigos, aliados. Seremos buenos, anfitriones, camaradas, hermanos. Nadie dirá jamás que todo lo anterior es para los corderos, tampoco que después de eso vienen corral o matadero.

No, gracias.

Eso sí, planeo moderarme tantito, sin faltar al primer principio de la administración…, trabajar con lo que se tiene y no con lo que se quisiera tener.

Y aquí hay suficiente materia prima.

Shayd Santillán.

Comentarios
Contenido Relacionado
PRACTICIDAD GNÓSTICA, ECONOMÍA ESTOICA PARA EL TRATO CON NECIOS

¡Silencio! Guarda tu lengua bífida detrás de tus dientes, no he pasado por el fuego y la muerte para discutir Leer más...

MISMOS PERFILES, DISTINTAS PERSONAS

En todas partes igual, aunque de acuerdo con la habitual predisposición de considerarnos centro del universo y medida de todas Leer más...

LO MEJOR QUE PUDO PASARLE

Toda su vida giraba en torno a la que entonces era considerada una adicción, la pulcata estaba al ladito del Leer más...

Redacción