ALIENACIÓN/INDEPENDENCIA

Al término de actividad, durante reunión de evaluación que pronto comprendí, ocurría cuando quien coordina deseaba acusar fallas ajenas y se omitía cuando los errores eran de quien coordina, pero que en esta ocasión era conducida por alguien más, diferente pero igual…, se criticaba a un miembro del equipo, acusándolo de no serlo a causa del no uso de los colores, textiles y accesorios acordados para el evento en cuestión. La agresión disfrazada de atenta invitación resaltaba la importancia simbólica de ir vestidos igualitos para mandar “señales adecuadas”, que después fueron mencionadas.
Acuerdo.
Amistad.
Colaboración.
Identidad.
Homogeneidad.
Entre otros parecidos y francamente distorsionados a conveniencia de quien invitaba. Luego le fue sugerido con prudencia fingida al discordante, “ojalá un día decidas ser parte del equipo, acompáñanos…, nos daría mucho gusto”, con ese tono de solemnidad falsa, típico en los manipuladores. Al tomar turno en la voz, comenté opiniones sobre el evento, pero también algo acerca de la vergonzosa exhibición de mezquindad que acababa de presenciar. Dije que la temeraria acusación-exhorto recién hecho, adolecía varios errores de atribución y asignación dicho de manera suavecita; cuando no, de puritita estulticia, insidia y mala leche. El “no compañero” no vestía los colores, ese era un hecho, pero acá ya se estaban cocinando razones…, “no es, o no quiere ser miembro del equipo, no se siente parte de nosotros…, desea expresar de forma simbólica su desacuerdo”. El punto es que pudo habérsele olvidado, puede no tener los colores en su guardarropa, pueden encontrarse en tránsito de lavandería o tintorería, pudo de forma genuina en todo caso no desear vestirlos, y en efecto tal vez no se sintiese parte del colectivo, anhelando expresar su desacuerdo.
Pero aquí, ante nosotros se encontraba una de dos criaturas fantásticas, poseedora de un don reservado sólo a los dioses, leer mentes, adivinar intenciones, escudriñar corazones, interpretar señales. Neta…, vaya soberbia, vanidad, petulancia, sandez o todas las anteriores juntas, requeridas para que una persona falible, imperfecta, mortal y tan susceptible de faltas como cualquiera de nosotros se atreva a enjuiciar de ese modo a otro ser humano. No solo eso, también afirmé que en esa línea de razonamiento podría haber quién con toda maldad, alevosía y planificación malsana pudiese comentar, “miren, tengo tanto control sobre este equipo, que hasta hago que se vistan todos igualitos”.
Y pues eso, de plano nel.
Entonces, cuando de manera reciente me es recriminado el no uso de la vestimenta acordada, aunque el acuerdo sea sólo de quien impone, y además se acusa rebeldía, no pude sino recordar este incidente protagonizado en momentos diferentes por mentor y aprendiz con tan similares argumentos. Y por supuesto un versículo que viene a colación, Mateo 7:15 “por sus frutos los conoceréis”. No es subversión, aunque en efecto se manda un mensaje, “visto distinto porque pienso y soy diferente”.
Shayd Santillán.