Llegaste con tu descaro tierno a invitarme de paseo por Huasca de Ocampo. Nunca pude decirte que no y fuimos leyendo a Huidobro en voz alta, pusimos el dedo en los versos que parecían llagas. Altazor, nos decía las cosas de un nuevo modo el mismo que tantas veces habíamos ya dicho.
El reflejo de otro mundo más real que el nuestro nos miraba desde un lugar ajeno. Cruzamos un lago que en otro tiempo fue un pueblo, ahora hundido como se hunden los recuerdos.
En Santa María Regla, aún pude tomar tu mano y caminar entre la ribera de los primas basálticos, bañados de nuestra sonrisa el ángel de la lluvia mojó nuestra andanza para buscar refugio en la impermeable tela de un paracaídas.
No habrá otro momento en el que Vicente Huidobro, nos hable como aquella vez. Altazor, tu paracaídas aterrizó en nuestro instante; cada momento tuvo su reflejo en tus palabras.
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